Vivir en la Patagonia
Salgo tarde de Futaleufú, un pueblo que atrapa al viajero por la cuidada y acogedora estética de sus casas fabricadas en tejuela. Desde aquí no existe más el asfalto, un camino de ripio te lleva entre los valles color verde custodiados por inmensas montañas que se esconden bajo densos glaciares.
Pedalear por este lugar parece ser el mejor medio de transporte, puedes observar cada uno de los cuadros que el camino ofrece a cada pedalada. El único inconveniente es cuando un coche cruza tu camino, son pocos los que tienen la intención de levantar el pie del acelerador, otros incluso parece que acelerasen al pasar por tu lado y tras una pequeña lluvia de piedras que saltan alegres al paso de las ruedas, una nube de polvo cubre el camino por algunos segundos…a veces minutos.
Salir tan tarde de Futaleufú me permite disfrutar de una cálida luz en el camino, las casas de madera que voy dejando atrás echan humo por la chimenea, y son pocas las personas que encuentro en el camino. Empiezo a pensar que en algún momento tendré que parar de dejarme llevar por la ilusión de pedalear bajo la luz del atardecer y buscar un lugar donde pasar la noche, a ambos lados del camino una valla me impide poner la tienda en un lugar tranquilo por lo que continuo avanzando sobre el ripio con la esperanza de encontrar un rincón más adelante.
Unos hombres trabajan en la recolecta de la avena, charlan sentados sobre su vieja cosechadora, me paro y hablo con ellos. Pregunto si saben donde podría poner mi tienda por aquí, y uno de ellos, Poli, me dice “pasa esa tranquera de ahí y ponte donde quieras” Me estaba invitando a pasar a su casa. El otro hombre es su padre, Miguel, bromea todo el rato, al final me dice “ponte cómodo y luego pasamos a tomar unos mates”
Nora es la mujer de Poli, al entrar en la parcela me la encuentro recolectando verdura en su huerto para la cena. Hablamos como si ya nos conociéramos de toda la vida, me muestra sus verduras, me explica esto y lo otro, “aquí si uno no sabe hacer algo, pues se queda sin probarlo” me dice. Me invita a pasar a la casa, un hogar sencillo pero muy bien ordenado, de madera, una cocina de leña es el centro de atención en el salón cocina. Un tenderete de colgar la ropa se encuentra sobre el calor del fuego, una mesa con cuatro sillas están hechas artesanalmente.
Nora comienza a lavar las verduras para preparar la cena, a mi me pone a desgranar un cubo lleno de guisantes. Tiene dos hijos, Eliana de 12 y David de 13, que hoy han sido invitados a descender el río Futaleufú en kayak en el día por una Patagonia sin represas. Futaleufú es el tercer mejor lugar del mundo para el descenso de rápidos, y aficionados de todo el mundo acuden a este río para ponerse a prueba en sus aguas salvajes.
Normalmente son David y Eliana los encargados en ir a guardar las ovejas a su cuadra, ya que por la noche los pumas y zorros son capaces de dejar a esta familia sin cordero al palo durante todo el año. Como no han llegado todavía nos toca a Nora y a mi salir en su busca, asi que allá vamos, monte arriba pegando gritos y silbidos en busca de las ovejas. Lo bueno que tienen es que en cuanto una corre todas van detrás, y lo increíble es que ellas solas corren hacia su corral y se meten dentro! Asi que solo hay que salir para recordarles que se tienen que ir a su casa.
De regreso a la casa con los pies llenos de caca de buey, la olla ya está hirviendo sobre la cocina de leña. Una gallina, acelgas, zanahoria, guisantes, patatas, tomate verde…”y todo natural de la casa” me insiste Nora.
Los niños han llegado, directos a la ducha, todo el día en las frías aguas del río Futaleufú los ha dejado helados. Se sientan junto a la cocina de leña con los pies descalzos, y le piden a la madre infusión de rosa de mosqueta, su favorito. Su madre ya se lo había puesto sobre la cocina por lo que no tuvo más que servírselo. Poli también llega a casa, se sienta junto a los niños al calor del fuego. Mientras tanto yo termino de desgranar mi cubo de guisantes. Las pelas por un lado para las gallinas, los guisantes por otro. No se desprecia nada, todo se aprovecha para algo, las sobras de comida para los cerdos y las gallinas, el resto de basura, que es muy poca, como no es nada plástico se pone para quemar en el fogón.
Es un orgullo tremendo para mi compartir la mesa con esta familia, los observo admirado mientras la mama termina de preparar la cena, el papa abraza y besa a su hija Eliana mientras David le cuenta como consiguió pasar una ola gigante del río.
No sentamos a la mesa, el papá bendice la comida dando gracias por acompañarlos esa noche, y disfruto de la mejor cena del mundo mojando el pan casero en la salsa del plato.
A las 8:00am ya hay movimiento fuera, bajo unas gotas de agua que están cayendo esta mañana Poli se calza las botas para salir a atender a los animales. A los 10 minutos es David el que sale con una garrafa vacía en la mano. Se calza las botas, que también deja en el porche de afuera, y se va a ordeñar las vacas. A mi me cuesta un rato más salir de mi tienda de campaña que tengo puesta frente a la casa, pero finalmente me decido a salir y afrontar la húmeda mañana patagónica que me espera afuera. Entro a la casa donde Nora ya está en la cocina con las manos en la masa, y nunca mejor dicho, está preparando pan para desayunar. “Aquí como ves no se para de trabajar” me dice, y yo con cierta envidia, la observo.

Los perros siempre cuidan de mi tienda, lo único malo es que siempre la mean para marcarla. pero con esta imagen, no hay quien se enfade con ellos.
Así es vivir en la Patagonia, en un lugar donde la gasolina y los comercios se encuentran a más de 100km de camino de ripio, la subsistencia y las comodidades se encuentran en las manos de cada uno. Me voy feliz de la casa, con cuatro panes recién hechos bajo el brazo, y pedaleo de nuevo por los valles que me llevan hasta la ruta 7, la Carretera Austral, imaginando que estará pasando en cada una de las casas que veo en mi camino. Solo el humo de sus chimeneas, la oscura madera húmeda del exterior, o la aparente vida sencilla, dan pié a una armonía que quizá, también te acerque un poco a la felicidad.
lo primero de todo enhorabuena juan !!! . . las personas que sois capaces de iniciar aventuras como ésta os merecéis toda mi admiración . . para mí es algo inconcebible romper con lo conocido, por muchos motivos, así que me fascina poder vivir una experiencia así de alguna forma a través de alguien . . las cosas que narras dejan muy claro que pasar los días así es la manera más auténtica y pura para disfrutar de la vida y sacarle todo el sabor . . es el premio reservado a los valientes !!! . . seguiré leyendo tus historias . . sigue siendo tan feliz . . es un placer que lo compartas !!
Que suerte poder hacer eso alguna vez en la vida, conocer culturas y sobre todo el modo de vida de otras personas, que aún disfrutan de lo que realmente importa en la vida. Las fotos son muy interesantes! Enhorabuena por todo.
Visita mi blog: capturaviaje.com. Muchas Gracias
Juanillo gracias por compartir esta aventura tan bonita y tan «dura» ,en cierta manera, con todos nosotros.Lo de dura lo digo sobretodo porque ayer salí a pedalear por aquí y no llevaba ni 2km de subida y ya estaba muerta, mientras subía pensaba en tu viaje e imaginaba que tal estarías…Ahora que te leo, me alegra saber que te va bastante bien. Siempre has tenido una estrella y por lo que veo sigue siendo así aunque más que estrella todo es cuestión de actitud y la tuya es fantástica..
😀 me encanta la energía y optimismo que desprenden cada una de tus palabras, tienes la virtud de convertir los inconvenientes en grandes historias de las que siempre sales airoso. Sigue pedaleando con alegría y escribiendo en este blog mostrandonos tu visión particular del mundo, que por lo menos yo tanto echaba en falta… Y no olvides que cuando la carretera austral se termine aquí te esperamos con los brazos abiertos. Un beso enorme!
Juan eres un máquina!!! Me encanta tu viaje y tu cuaderno de bitácora, te deseo lo mejor de lo mejor en tu aventura!!! Un millón de besos y de energía de la buena! Elena
Buenos días, acabo de verte como tantos otros en el TD1. La verdad que como muchos, decirte que siento envidia sana, porque es algo que tengo en mente para un futuro.
Quisiera contarte, que un señor de mi pueblo, Torremocha (Cáceres) entre 1986-1989 recorrió América, te dejo el enlace, porque siempre he querido hacer algo como él y como tú. Mucha fuerza!
http://www.hoy.es/v/20100718/regional/dormi-cama-salvador-allende-20100718.html
Hola José Pedro muchas gracias!! que buena historia la de Antonio Gómez! bienvenido a mi viaje!! te mando toda la fuerza a ti para comenzar el tuyo!!