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Caminos salvajes que no salen en los mapas.
Han sido muchos kilómetros desde la última vez que viajamos juntos, mi ordenador definitivamente se rompió y me fue imposible trabajar las fotografías y compartir con vosotros las experiencias de estas últimas semanas. Pero hoy volvemos a montarnos en la bicicleta, viajamos sobre Makalu por la costa Atlántica brasileña entre islas y playas escondidas que solo la inquietud por explorar te lleva a recorrer.
Recorro el estado de Paraná por caminos que no existen en mi mapa, y es que a veces, y más en estos lugares tan salvajes, es mejor hablar con la gente que habita y conoce los secretos de su tierra. Senderos entre la montaña, caminos de tierra e incluso extensas playas por las que pedaleo y me llevan hacia el norte, el estado de Sao Paulo.
La lluvia acompaña toda esta parte de mi camino, una lluvia fina que me acaricia suave la cara mientras miro los campos de bananeras que se extienden inmensos a mi alrededor. Al cabo de unas horas ya no siento las gotas de agua que escurren por todas las partes de mi cuerpo. No hace frio, y sigo pedaleando.
Cuando el final del dia se acerca busco un lugar para poder descansar, como siempre, pero ahora es un poco más difícil, todo esta embarrado y la vegetación es tan densa a mi alrededor que no puedo poner mi carpa y he de preguntar en las casas de los moradores por un techo.
Algunas personas me miran incrédulos cuando les pregunto por un lugar para pasar la noche, pero finalmente tras entender que esa bicicleta llena de bolsos es mi medio de transporte me ofrecen todo lo que tienen a su alcance para sentirme confortable y poder descansar. Curiosamente en los lugares mas humildes es donde me reciben con mayor hospitalidad, quizá ellos mejor que nadie entienden lo fundamental que es disponer de un lugar caliente para secarse y descansar.
Pescadores de río, trabajadores del campo, o incluso ciclistas que me encuentro por la carretera me ofrecen un techo para pasar la noche.
Los niños siempre se acercan a mi para conocerme, al igual que los adultos están llenos de dudas sobre mi, pero éstos no tienen vergüenza en preguntar. Agarran todo lo que ven sus ojos, tocan, acarician y preguntan -¿y esto que es? ¿para que sirve? ¿Cuanto te costo la bicicleta? ¿Y cuantas ruedas has pinchado? ¿Y te cansas? ¿Y cuando llueve que haces?
A cada respuesta que les doy hay un silencio, como tratando de imaginar en su cabeza lo que les dije, y después vuelven a la carga con otra pregunta. A veces es otro el que realiza la siguiente pregunta mientras que el anterior continua con una sonrisa mirando hacia un punto fijo…es un regalo para mi ver aflorar así sus emociones.
Laura pasa conmigo toda la mañana mirando como preparo la bicicleta para seguir mi viaje.
Una vez en Paranaguá no existe más carretera para seguir por la costa, o me desvío al interior para seguir el asfalto, o tomo un barco para cruzar a la isla de Superaguí, una de las muchas islas que forman parte del Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva de la Biosfera declarado por la Unesco.
Una pequeña villa de pescadores en donde por el día no queda ningún barco en la playa y que poco a poco se adapta a la escasa llegada de aventureros con pequeñas posadas y algún camping improvisado. Solo se puede llegar en el barco que viene de Paranaguá cargado con alimentos y necesidades para sus pobladores. El pueblo entero se reúne al atardecer en el muelle de madera para ayudar a descargar la mercancía. Unos niños llegan con carros tirados por caballos, otros con carretillas que recorren las calles de arena que conducen a sus casas. Cuando mi bici pasa de mano en mano para posarse en el muelle muchos se quedan mirando poco si se tratase de un extraterrestre.

Cuando anochece una luz cercana a mi casa de tela genera unas sombras que no puedo evitar fotografiar. En instagram la llame «esencia de Brasil»
Sobre una canoa artesanal tallada de un solo tronco descanso en la playa de Superagui admirando las estrellas.
Desde esta pequeña villa no existe otra forma de salir por tierra que pedaleando por la playa hacia el norte, 35 km de playa completamente virgen que termina en la desembocadura del río que separa los estados de Paraná y Sao Paulo.
Desde este punto no hay nada que poder hacer con mi bicicleta, el agua se ha comido la poca arena que quedaba en esta parte de la playa, y mi única opción será esperar a que un barco pesquero pase por delante para que me pueda cruzar al otro lado, a isla Comprida. 1, 2, 3, 4 horas…esta anocheciendo y no llega nadie…regreso por la playa 5 kilómetros al sur, unos árboles altos agrupados me dan la señal de que una casa se encontraba allí. Vive una familia. Abuela, madre y tres hijos. El padre había fallecido hacia unos años y ahora los 5 viven en una pequeña casa de madera sobreviviendo con lo que el mar les entrega.

Marcelo me observa montar mi tienda de campaña atentamente. La bicicleta con la llevan a vender el pescado a Superagui descansa sobre la pared de la casa.
El hijo mayor sale todas las mañana a pescar a las 8 de la mañana, regresa por la tarde, y el pescado capturado lo lleva en bicicleta por la playa a vender en la villa de Superagui. Marcelo, el hermano pequeño, tiene 12 años y aun es joven para acompañar a su hermano mayor a pescar, pasa la mayor parte del día escuchando música en la radio. La comunicación con ellos es muy difícil, hablan portugués pero muy cerrado para mi…y las sonrisas y los gestos se convierten en nuestra mejor comunicación. La mama a preparado un bizcocho, y juntos bebemos café en la cocina.

Salgo a ver las estrellas, y de pronto por una ventana me encuentro esta escena. La hija se encuentra sola mirando al fuego pensativa, cuando me ve, me mira a cámara con toda la paz del mundo
Me despierto temprano para volver al final de la playa…tengo la esperanza de conseguir un barco para poder cruzar. 1 hora, 2, 3 …Ya no se que más puedo hacer para entretenerme. Pinto en la arena, paseo, me grabo hablando, canto, corro por la playa, sale el sol, se nubla…. y justo cuando me estaba rindiendo y pensando en regresar todo el camino pedaleado hasta la villa de Superagui, un pequeño barco con dos hombres y muchas redes a bordo aparece en el horizonte. Levanto los brazos, silvo y me acerco a la orilla…15 min de navegación y ya estoy en otra isla de nuevo.
Continuo pedaleando por más playas, cogiendo más barcos, pasando pequeñas aldeas, atravesando ríos… finalmente, como si de un sueño despertara, regreso al asfalto después de pedalear por lugares increíblemente salvajes donde la vida sigue su curso a un ritmo diferente. Estoy cansado, muy cansado, han sido muchos días de esfuerzo físico con condiciones de clima bastante adversos…pero ahora pedalear por el asfalto es cosa de niños, siento que vuelo suavemente.
Estoy ya cerca de Sao Paulo, camino a Parati, en donde en unos días más recibiré una visita muy especial.
From → Brasil, Diarios fotográficos
Echaba de menos tus crónicas. No sé qué me gusta más, si lo que cuentas o las magníficas fotos que haces. Sigue disfrutando y haciéndonos disfrutar, artista.
Muchas gracias!! pronto llegarán más aventuras! un saludo!
Que pasada Juan! Estes sitio que recorristes son de los mas bellos del litoral, muy simple, lindo y inspirador. Que a cada kilometro puedas encontrarte contigo mismo y con los que están vibrando positivamente en este mundo! Gracias siempre gran amigo!
Muchas gracias hermano Paiva!! La verdad es que es un lugar maravillosamente salvaje. Un abrazo!!
Me quedé curiosa para saber donde son los senderos de las dos primeras fotos. La tercera creo que es en Despariado. ???
No lo puse porque no correspondia cronologicamente…pero la primera es el camino a Pedro de Toledo, la segunda es el cainito que te lleva a la playa en Superagui y la tercera entre las bananeras en justo antes de la baja a Pedro de Toledo! 😉 saludos!!!
Hola Juan!! Encantada de conocerte.Te cuento estaba escuchando la radio y en ese momento hablaste.Y como a mi me gusta mucho justo la bicicleta y viajar, pues en cuanto has dicho la página web pues he entrado. Dejo mis comentarios para felicitarte por compartir tus momentos y emociones con nosotros.Ya que tiene que ser muy emocionante, encontrarse a tanta y tanta en el camino con diferentes culturas.Las fotos son divinas y muy autenticas.Y todo lo que escribes, se nota que lo haces de corazón y que lo disfrutas.Bueno lo dicho un placer, y ahí estoy siguiendo tu ruta!! Un saludo desde España. 😉
Hola Pilar!!
Que alegría sentir tu compañía, muchas gracias por este mensaje!
Te mando un saludo desde Bolivia!
¿Quién dijo que vivir un sueño era imposible? Que gran sueño, me encanta tu aventura.
Muchas gracias!! bienvenida!!
Hola, Juan, te escribí, pero creo que no salió mi comentario. Me gustó mucho la foto de Marcelo escuchando radio, te queríamos solicitar permiso para que apareciera en un libro de historia de la radio. ¿A dónde te puedo escribir de manera privada para platicar? Saludos y están muy lindas tus fotos
Muchas gracias por tu palabras, puedes mandarme un mail a juansistom@gmail.com Saludos!
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