Un pueblo llamado Chochis
Me quedaría aquí a vivir, y allí también, y en este lugar también…Es algo que me ha ocurrido montones de veces a lo largo del viaje, pensar que me gustaría comportarme y ser como esta persona que vive aquí donde me encuentro en este momento.
Al cabo de unos kilómetros, encuentro otro lugar donde me gustaría volver a quedarme. Personas que viven en la nieve, en la montaña, a orillas de un lago, en una isla paradisiaca… finalmente pienso que el privilegiado soy yo, que tengo la oportunidad de conocer tantos lugares y formas de vida diferentes, sin estancarme en uno para llegar a aborrecerlo, experimentando lo que la tierra me pone delante, saboreando cada instante como si fuera a acabarse el postre en cualquier momento, saber sonreír y aprender con cada persona que me encuentro en el camino. Esto, no lo cambio por nada del mundo.
Avanzo por la carretera cantando un mix musical que cargué del ordenador de Julio en Punta del Diablo, Uruguay. Siempre canto, tarareo o muevo las manos al ritmo mientras estiro el cuello para oler mejor el aire que me rodea. Escuchar música con los audífonos me hace descubrir canciones que antes me pasaban desapercibidas, lo vivo, vibro, siento… Transforma los momentos al son de una melodía sintonizándose a veces con lo que ocurre en el paisaje, se me pone la piel de gallina, me emociono, sonrío, y en alguna ocasión he llegado a llorar.
Desde lo alto de una loma veo cambiar el paisaje. Una inmensa pared de roca color rojizo domina el horizonte custodiado por un monolito de varios cientos de metros bajo el que se refugia un pequeño pueblo. La carretera desciende suavemente hacia el sol que comienza a esconderse y con la fresca brisa acariciando mi cara veo teñirse las rocas del color del fuego.
Estoy llegando a Chochis.
Calles de tierra roja me llevan entre pequeñas casas hacia el interior del pueblo. Burros gallinas, cerdos y perros descansan bajo alguno de los inmensos árboles que sombrean la plaza.
César es un gran artista de la provincia de Santa Cruz que trabaja la madera entre otras especialidades. Vivió entre los muros de un monasterio de Italia, y siempre estuvo ligado de un modo u otro a la religión, cumpliendo voto de pobreza y humildad. Hoy en día vive junto al río, en una pequeña casa a las afueras de Chochis donde, a diferencia del pueblo, no llega la electricidad y el agua para beber viene directamente del río.
Me recibe en su casa, donde para mi sorpresa, no soy el único. Hans es un suizo que esta dando la vuelta al mundo y por azares de la vida disfruta de unos días aqui. Érica, una arqueóloga con un montón de historias para contar, visita el pueblo desde hace más de 20 años realizando un estudio acerca de los indígenas de estas tierras, los Ayoreo.
Inmediatamente se forma una pequeña familia, y la idea que tenia de partir al día siguiente desaparece a cada minuto que compartimos juntos.
Chochis es una pequeña aldea que nació 1984 a partir de los trabajadores de la vía férrea que se fueron estableciendo en el lugar cultivando el maíz. Poco a poco ha ido creciendo hasta convertirse en un tranquilo pueblo de vida sosegada.
Por el día trabajamos en la casa de César arreglando el jardín. Limpiamos la acequia que viene del río, construimos escaleras de piedra para evitar resbalarse con el barro que forman las lluvias, y movemos inmensas piedras para crear un lugar donde reunirse en la noche alrededor del fuego. Bañarse bajo la cascada artificial que cae desde la acequia que viene del río es uno de los mejores momentos del dia.
Han llegado Marta y Nono al pueblo, una pareja de artesanos española-francés que conocí atravesando el Pantanal en Brasil y que por casualidades de los viajes, coincidimos en más lugares además de aquí. La familia crece en Chochis.
A mediodía salimos para almorzar a casa de Miriam. Por 12 Bolivianos (1,20€ aprox) prepara una sopa de primero y un contundente segundo plato, siempre con carne, que acompaña con chicha helada para beber. Comemos sentados con alguno de sus nietos, hijos, o con Lorenza, el loro.
Paramos en casa de Doña Rufina, hace un exquisito pan en su horno de barro y nos invita a tomar café. Es un agrado conversar con ella, siempre alegre y sobre todo haciendo cosas. Nadie sabe su edad exacta, pero se calcula que ronda los 70-80, en cambio si la miras, con esa joven sonrisa, apuestas por que no alcanza ni los 60. Vive con su bisnieta, Olivia, a la que llama hija y ella llama mamá. Aquí lo importante es quien te da el cariño, y el vínculo genético pasa a ser un mero azar de la vida. Es más común de lo que puedo llegar a imaginar darle un hijo a alguien para que lo críe por ti, ya sea a tu vecino o a tu hermano.
Olivia tiene una niña de año y medio, por lo que Rufina vive con su bisnieta y su tataranieta. Asombroso. Me costó varias preguntas llegar a comprenderlo. Además tiene un niño adoptado al que cría como otro hijo más. Ninguno de sus 13 hijos originales vive ya con ella.
A la noche salimos a pasear. El aire es fresco y la plaza se llena de niños que juegan a las canicas.
-Buenas noches- saluda todo el mundo al pasar por nuestro lado. Es el día de los muertos y nos dirigimos al cementerio donde todo el pueblo vela a sus difuntos.
Caminamos por la vía del tren, bajo un millón de estrellas que llenan el cielo aprovechando la ausencia de la luna. Ninguna farola ilumina el camino, pero caminamos seguros con las linternas en la mano. A lo lejos se escucha música, estamos ya cerca del cementerio.
Todas las familias de pueblo se reúnen frente a sus familiares enterrados para acompañarlos hasta la media noche. Conversan, ríen, comen empanadas y beben chocolate caliente. Mientras, un pequeño grupo musical acompaña la velada con ritmos animados de letras religiosas. Admiro la forma de celebrar este día, el cementerio se convierte en una tranquila fiesta donde la familia es el eje principal del festejo. Me preguntan como se celebra en España, y siento vergüenza al decir que Halloween se ha impuesto a la celebración de este día.
César no tiene aquí a su familia de sangre, pero como ya dije, esto no es lo importante. Nos sentamos por tanto con unos de sus familiares aquí en Chochis, y como a uno más, nos reciben a Hans y a mi con un vaso de chocolate caliente y una amplia sonrisa. -Gracias por acompañarnos esta noche- nos dicen.
Voy a comprar algo para hacer en el fuego esta noche. Jesús Diaz tiene una tienda donde puedes encontrar de todo, desde una rueda hasta un kilo de harina. Lleva 40 años fuera de España, es de Pontedeume, un pueblo de la Coruña a escasos 10 kilómetros de Ares, mi pueblo. Con un carácter difícil de llevar los bolivianos dicen que es gruñón, pero a mi me cuesta dos ironías sacarle una sonrisa. Compartimos un rato palabras que a ambos se nos hacen familiar mientras me va tirando sobre el mostrador las cosas que le voy pidiendo, es un pedacito de casa que de pronto me encuentro en este pequeño pueblo de Bolivia, y me hace sentir bien.
Y van pasando los días en Chochis.

La pelea de gallos en un entretenimiento de los domingos donde los hombres apuestan por un ganador. Si después de 30 minutos de pelea no murió ninguno, se queda en tablas.
Para descansar del trabajo, que hacemos por gusto en el jardín, nos damos un paseo hasta una caída de agua de varios metros de altura que forma el río un poco más arriba, se llama el Velo de la Novia, y forma una pequeña poza donde poderse dar un baño. Coincidimos con todos los niños de la escuela de Chochis disfrutando de la cascada, y como no he sido capaz de seleccionar menos fotos que estas, os pongo un book de los alumnos de la escuela.
Una mañana más fría subimos hasta el santuario, una iglesia construida bajo el monolito de roca rojiza con maravillosas representaciones en madera, muchas de ellas talladas por César, y para el pueblo, su joya.
No encuentro el momento de partir otra vez. Llevo una semana en este pueblo apenas sin darme cuenta, y no me quiero ir, me quedaría de nuevo más tiempo para disfrutar en un lugar x, pero quedarse con las ganas de más es la esencia para querer siempre volver, nunca cansarse de nada y siempre querer más.
Muy buen relato. Cada vez te implicas mas contando tus historias. Las vives. Me gustan. Adelante!
Muchas gracias padre!! si es que llevo los mejores genes en la sangre!
Me pones los pelos de punta, que increíble todo, y como lo describes y lo disfrutas, nos acercas un poco de todos esos desconocidos increíbles, que fotos tan preciosas y que envidia te tengo!!! deseandito estoy leer el próximo post! un besazo Juan!
Que bueno Elena! no hay recompensa mejor que pueda tener más que saber que alguien se emociona con esto como lo hago yo. Gracias!
Debe ser difícil irse de lugares así, estamos demasiado acostumbrados a ir a los sitios por lo que hay y no por quien lo habita, es una buena reflexión.
Un abrazo
P.D: Has probado ya las salteñas, no te las pierdas!!!
Desde luego que es dificil…una despedida a cada rato…
Muchas gracias por compartir tus sensaciones Marcos!
y desde luego que probé la salteñas, hasta no poder más! aunque aun no tengo muy claro la diferencia con las empanaditas, parece ser cosa de tamaño…yo creo que es cosa de como llamarlas nada mas…
Gran relato amigo…me ha encantado, espero que sigas compartiendo tus peripecias!! Un abrazo
Un orgullo saber que disfrutas viajando conmigo Ubay! Un abrazo grande para ti viajero!!
Acabo de leer esta entrada, me encanta como expresas tus experiencias , y las fotos espectaculares!
Sigue transmitiendo todo aquello que ves!!
Que bueno que te unas al viaje, bienvenida!! Sera un placer pensar cuando escribo que disfrutarás acompañándome en esta aventura! Buen viaje para ti tambien!!
Que bonito texto. Casi da pena cuando acaba! Pero las fotos dicen tanto! Muchas gracias por seguir emocionándome!
Gracias a ti Joana!
tremendo Juan, aquí te estaba leyendo y no terminas de sorprenderme, qué linda experiencia, qué tremenda aventura! Es un verdadero sueño, hecho realidad… Te mando besos y sigue pedalenado hasta el infinito y más allá
Que alegría leer tus palabras! muchas gracias por acompañarme en este viaje!!
Me doy un espacio chiquito de tiempo para reencontrarme con mi maestro y disfrutar su increible travesía y saberlo sano, feliz y pedaleando…grande maestro!!!! …. se te extraña muchisimo
Gracias por acompañarme mi querida alumna!! ojalá pronto nos demos un paseo con las cámaras! un saludo!!
Espectacular tu blog, Juan!! Alvarito me habló de él hace unos días y justo hoy me lo sugiere Susana por face…leyéndote en la oficina (qué paradoja) y con mi jefe al lado acechando! Mucho éxito en tu aventura y sigue con estas entradas tan cojonudas 🙂 un saludo!!
Que bueno que te unas a este viaje Chini!! muchas gracias! un abrazo muy grande para ti
Me das el piel de galina!!!!! Veo que todo va espero ver te una vez con Skype!!! hemos visto ti film sobre vimeo, LA POLLA!!!!!! Una pelicula de puta madre, que bueno de ver te en imajes!!
un abrazo padrazo!!! me alegro de que me acompañes en esta aventura!! ojala cogieras una bici para acompañarme unos dias!!!
Precioso!!! Cómo siempre!!!
Tu si que debes de estar preciosa, como siempre!!
Segui adelante!!!!! Te deseo lo mejor en esta preciosa aventura!!!!!
muchas gracias!!
Gran relato, grandes fotos!
tome prestado una.
Muchas gracias! cuentame si la usas para publicar en algun lugar, un saludo!!