No todo el monte es orégano…
Comienzo a pedalear por la emblemática Carretera Austral. Un camino de ripio que recorre Chile longitudinalmente durante 1240km desde Puerto Montt hasta finalizar frente al campo de hielo sur en Villa O´Higgins. Yo me incorporo a esta Ruta 7, oficialmente llamada así, en el pequeño pueblo de Villa Santa Lucia tras haber realizado el cruce fronterizo desde Argentina al pueblo de Futaleufú.
Comienzo a pedalear entre obras que realizan el mantenimiento de la carretera , por lo que estos primeros kilómetros de ripio austral se me hacen bastante poco llevaderos entre camiones que transportan tierra y coches que trasladan a los trabajadores. Están ensanchando esta parte de la carretera, y en 5 años se pretende tener asfaltado todo este tramo, por lo que en el fondo aun soy un privilegiado de poder pedalear sobre este histórico ripio tan conocido a nivel mundial.
Una vez pasado el pueblo de la Junta, donde hago noche, las obras se terminan y continúo con mi soledad rumbo al sur. Un sube y baja de camino pedregoso me lleva entre lagos y montañas hasta el pueblo de Puyuhuapi, un pequeño pueblo pesquero a orillas del fiordo Puyuhuapi ,actualmente más conocido por sus termas.
La sensación que me causó este pequeño puerto no fue de gran expectación, el abandono de todo lo que encontraba a mi paso me hizo perder la magia patagónica que hasta este momento estaba viviendo. Quizá sería porque como por aquí se dice, se acabó la temporada, es decir, no vienen más turistas hasta el verano que viene. Muchas de las casas mantienen una construcción típica a base de tejuela sobre una construcción moderna, otras mantienen de forma vistosa la antigua construcción, y otras muchas han sido victimas de las inclemencias de tiempo típicas de esta zona y se ven gravemente afectadas. No hay movimiento en las calles, tan solo en la plaza, el encargado de los jardines, se empeña con gran esmero en mantener todo limpio y ordenado. No se su nombre, pero tenia el jardín impoluto, y muy buena voluntad.
Me pongo a buscar un lugar para dormir, ya que parece que las nubes empiezan a oscurecer el cielo acompañadas de un viento cada vez más agitado. En la oficina de turismo una chica me saluda mientras mira su ordenador. Le pregunto que ver, donde dormir que hacer…y ella sin quitar apenas ojo de la pantalla me responde sin ningún interés señalándome la abarrotada pared llena de posters donde se publicitaban los hospedajes. Debe de ser que estamos fuera de temporada y ya no importamos los visitantes…Decido recorrer con mi bicicleta aun cargada de alforjas las calles en busca de un lugar que me de buena vibración…solo veo dos en los que por lo menos le ponen atención al orden y limpieza, pero no son campings y se me escapan de presupuesto. Recorro la costanera, aquí en Chile es siempre la avenida que recorre la costa, un camino de tierra con botes abandonados al lado del mar, y casas y campings prácticamente en el mismo estado al otro lado del camino. Cada uno de los campings que encuentro está en peores condiciones, asi que finalmente me decanto por el más barato. Dormiré bajo un techo de plástico, que aunque hace mucho ruido al volarse por el aire que a esta hora ya a aumentado bastante, seguro que me protege cuando comience la lluvia.
El baño es en la misma casa del chico que lo atiende, un baño que no ha sido atendido en toda la temporada de verano, y el lugar destinado a cocina no tiene mejor comentario. Por lo menos tiene una vieja cocina de leña donde poder hacer fuego.
Ha estado toda la noche diluviando entre rachas de viento muy fuertes, lo que ha provocado que no pegara mucho ojo, ese plástico que me ha salvado la vida, por decir algo, no ha hecho más que pegarme unos sustos espantosos toda la noche. Son las 8:30 de la mañana y alguien me llama, yo dormido emito un gemido para saber que pasa, es el chico que atiene el camping. “Es que me tengo que ir a trabajar, es para que me pagues y por si quieres usar el baño por que lo tengo que dejar cerrado” increíble, no me lo podía creer, asi que salgo de la tienda, aún lloviendo, con una humedad y frío típicas de las mañanas patagónicas y le pago los 2500 pesos. “¿y el baño lo vas a usar?” me dice.
Hago fuego de nuevo en la cocina (le llamo cocina pero no tenía más que un techo y tres paredes) para intentar sacarme la humedad y el frío del cuerpo. Me visto con lo que creo más conveniente para enfrentarme a la lluvia y me subo a la bicicleta.
Enfrentarse a un diluvio es siempre un paso difícil de dar, por un extraña razón el ser humano odia mojarse con la lluvia, y evita bajo todos los medios sentir su piel mojada. Ésta lucha contra el agua siempre tiene unos procesos que has de ir pasando sin apenas darte cuenta.
El primero de todos es la preparación. Para ello te vistes, piensas como será mejor, esto asi, esto por aquí y así quedas listo para ponerte finalmente bajo la lluvia. Este estado de confort que produce el aislamiento con la humedad exterior, dura, dependiendo de la calidad de la ropa que hayas usado y de cómo te la hayas puesto, aproximadamente una o dos horas máximo. A partir de este momento empieza la incomodidad, comienzas a sentir las primeras filtraciones, en los pies, los hombros, la cintura… es el momento en el que dices, menuda porquería me he comprado! Me voy a comprar uno mejor la próxima vez…y este paso no dura mucho porque cuando las primeras filtraciones de agua en tu cuerpo empiezan a adquirir tu calor corporal empieza a importante menos estar mojado, y este proceso evoluciona al momento en el que ya no sabes que es lo que esta mojado y que no, es en este momento es cuando ya estas entregado totalmente a la lluvia y te da igual, comienzas a formar parte del mundo salvaje y te gusta, el agua te gotea por la cara, por las manos, tus pies hacen ruido al moverlos dentro de tus zapatos y te da igual pasar por encima de un charco. Mientras te mantengas en movimiento y no haga mucho frio o aire, en este estado se puede aguantar mucho tiempo.

Bordeando las aguas del pacífico me dirijo hacia el sur. Un tramo de la Carretera Austral especialmente bonito. Desde Puyuhuapi hacia El Parque Nacional de Queulat.
Lo mejor de haber pasado todos estos procesos es el momento en el que llegas a un techo, hay fuego, una ducha con agua caliente, café o té, dulces, ropa seca…ese era mi gran problema este día. Había salido de Puyuhuapi a las 11:00 y eran las 17:30 cuando por fin, tras haber subido y bajado la interminble cuesta de Queulat, había llegado al cruce de asfalto de Coyhaique y Puerto Cisnes. A 60 km de puyuhuapi. Desde ahí hasta el siguiente pueblo me quedaban 35km más, y ya tenia hasta los huesos en remojo. Lo que me preocupaba no era pasar la noche, era la mañana siguiente cuando no tuviera nada que ponerme seco y tener que seguir pedaleando con todo congelado. A si que tras parar en una parada de autobús techada para valorar la situación de quedarme, y preguntar en una casa que había en el camino si me podían dar un techo y ofrecerme una especie de pajar en ruinas con cosas podridas dentro, continué bajo la lluvia que caía incesante y consistente sobre mi pequeño cuerpo empapado.
A las 20:20 prácticamente noche cerrada, veo aparecer unas luces tras unos árboles, si, lo había conseguido, estaba en Villa Amengual, tras 93km de pedaleo bajo la lluvia tenía mi ducha de agua caliente, mi cena humeante, y mi tienda de campaña bajo un techo.
Amanece diluviando como el día anterior, mis animos se vienen abajo un poco, solo de pensar que me espera otra jornada como la de ayer se me pone la piel de gallina…pero me tomo un café calentito, compro pan amasado recién hecho en la casa de enfrente que hace una señora y comienzo a ver la vida con otros ojos. Asiq comienzan los procesos de enfrentamiento a la lluvia. Hoy tengo por delante 60km de asfalto para llegar a Villa Mañihuales, de donde no tengo pensado continuar hasta por lo menos mañana.
Quiero pasar cuanto antes este trayecto de carretera, por lo que salgo como si de una contrareloj se tratara. Voy al límite de mis fuerzas todo el camino, intento mantener la media de velocidad lo más alto posible, pedaleo sin descanso haciendo caso omiso de la lluvia que golpea mi cara, no me importa, hoy he partido el día integrado en la vida salvaje y no me importa el agua que corre por mi espalda, solo pienso en llegar…ya me falta menos, bien otra bajada! pedaleo con todas mis fuerzas, ahora hacia arriba, paciencia y sin pausa. Cuando miro el cuenta kilometros ya llevo 30Km en hora y media, asi que me merezco un descanso. Bajo el techo de una parada de autobús me como un par de panes amasados ya frios con queso y continuo camino antes de perder la temperatura. Otra subida, estoy bajando la media de velocidad. Paredes de roca inmensas protegen la carretera del viento. Otra bajada, yujuuuuu. Solo me quedan 10 km y esta despejando. Sale el sol, se seca la carretera al instante. comienzo a ver valles con casas, animales, cultivos y llego a Villa Mañihuales. He terminado los 60 kilómetros en 2 horas 45, tiempo récord!
Lo primero que hago a es parar a tomar un café caliente, y pregunto por el Cazador de Ciclistas. A lo largo de la ruta, fueron varios los ciclistas que me advirtieron sobre esta persona de Mañihuales, un hombre que se dedica a hospedar a todos los ciclistas que pasan por esta villa de la carretera austral. «Dos cuadras hacia allí, doblas hacia arriba y dos cuadras más la casa de la esquina.» Me paro delante de la casa, en una ventana pone escrito «Repuestos y reparación de bicicletas» y más pequeño «Cazador de ciclistas», no hay duda, es aqui. A los segundos de estar parado sale un hombre de cara sonriente a saludarme, sin duda es Jorge, el ya famoso en la ruta austral como «cazador de ciclistas» no me da tiempo apenas a saludarlo que ya estoy entrando en su casa. Esto es el baño, esta la cocina, aqui tienes gas, pon por aqui la bicicleta si quieres, ahi hay herramientas por si necesitas, en el patio hay leña, cuidado con los perros que te van a estar hueveando todo el rato, nosotros no vamos a Aysén a ver un familiar, ella es Diana mi esposa, volvemos en la noche te quedas de dueño de casa chao, acomódate y conviértete en patagón. No pude casi ni abrir boca cuando ya habían arrancado el coche y se estaban yendo con sus dos hijos. Me acomodo entre repuestos y viejas bicicletas, hago fuego, pongo todo a secar, me hago un té y comienzo a leer el libro de vivitas que tiene sobre la mesa. Un sin fin de viajeros ciclistas firmaban y agradecían su hospitalidad.
Siempre queda algo de orégano por encontrar, tras dos dias de intensa humedad, ahora escucho caer la lluvia sobre el tejado de una casa, caliento mis pies en el fuego y se me empañan las gafas al soplar el té caliente que sostengo en la mano mientras escribo un nuevo post.
es muy entretenido leerte, escribes de una manera muy simpática !!!
Muchas gracias Ale! es un honor para mi que seas mi lectora!
Mucho ánimo Sisto! No sabes lo que te envidio… Suerte con tus pedaladas patagónicas y espero seguir leyéndote. Un abrazo!
Hei gran juanote! Q gusto leerte y visualizar y sentir todo lo q trasmites. Comparto plenamente contigo el concepto d la lluvia! No fear!!!!
Adelante por los sueños q aun nos quedan, adelante por aquellos q estan por venir, adelante porque no importa la meta, el destino es la promesa d seguir!!!! Te acuerdas?
Te seguire amigo d ruta!!!!
Impresionante Juan!no lo sabia pero ahora te seguire leyendo sin duda!y espero que me cuentes tu historia con con una estrella galicia en mano! (nada de aquarios de naranja ajjajajajajjaj) de verdad que me encanta.Es para mi un honor leerte.Quizas me sirvas de impulso para atreverme a una aventura como la tuya.Maravilloso.mucho animo y suerte!
Sigo leyendo totalmente hechizada. Tu descripción del proceso de adaptación a la mojadura, genial. Y las fotos son magníficas, tanto las de paisajes como las de personas. Qué pasada de viaje.