En buen camino. British Columbia.
Llegar a una ciudad me descoloca, suele ser difícil entrar, moverte por sus calles un caos y la multitud se mueve a un ritmo que para mi no es familiar en absoluto. Existen reglas no escritas que todos, menos los foráneos con el pelo revuelto y la cara curtida por el paso de los días, conocen. Nos adentramos tímidos, con los ojos bien abiertos para tratar de no romper la cadena que engrana la fluidez de una ciudad. Pero hoy estamos de suerte, entrar en la capital de Canadá es un agradable paseo entre ciclo vías perfectamente señalizadas y comunicadas entre sí. Además, gracias a las redes sociales hemos conseguido un rumbo fijo, vamos a la casa de Oswaldo donde nos recibirá con su pareja Raquel y su agradable compañero Edwin.

Oswaldo dejo Mexico DF para vivir en Vancouver hace muchos años. Hoy nos abre las puertas de su casa.
Aprovechamos estos días para poner a punto nuestras bicicletas antes de dejar atrás las comodidades de las urbes y adentrarnos en los territorios más salvajes de Canadá. Cruzamos el estrecho de Georgia hacia el oeste para alcanzar, en menos de dos horas de navegación, la ciudad de Nanaimo. Nos encontramos en una inmensa isla con una extensión de norte a sur de más de 300km, repletos de bosques, ríos y montañas que alcanzan los 2.195 metros de altura. Es una de las mayores reservas de osos negros salvajes que existen.

Ron y Georgia nos ven delante de su casa tomando cafe y salen a compartir con nosotros. Unos minutos después estamos en su casa.
Según nos acercamos hacia la parte más septentrional del islote la naturaleza comienza a dominar los paisajes. Contrariamente evitamos el silencio.
Silbamos, hablamos alto, cantamos, damos palmas… sabemos que es la única forma de establecer una buena relación con los osos, yo te aviso tu te alejas, ese es el pacto. Asi que cuando sentimos que el silencio del bosque nos rodea comenzamos a cantar la primera canción que se nos viene a la cabeza… aunque sea un villancico.
Hemos terminado de montar nuestra casa de tela cerca de un pequeño rio y recogiendo un poco de leña seca hacemos un fuego lo suficientemente grande como para calentarnos. Paseamos por el río, por los bosques de alrededor, y de repente, sobre una pequeña playa formada en una curva del río, vemos una inmensa huella de oso. Seguramente pertenece a algún ejemplar de tamaño normal, pero a mi me parece enorme, hundida en la arena, perfectamente dibujada la almohadilla y las zarpas.
Nos introducimos desnudos en el rio un instante antes de que el sol se pierda tras los abetos, y vestidos con ropa seca cocinamos una copiosa cena al arrimo del fuego.

Danny tiene 20 años y viaja en solitario por su país , Canada. Sueña con viajar a muchos sitios, y una noche junto al fuego con ella nos enseña muchas cosas. Su bici es la gemela pequeña de Tatacoa!
Hemos llegado a Port Hardy un miércoles a medio día. Sabemos que el ferry no sale hasta el sábado pero queríamos llegar antes y probar conseguir otro tipo de barco que nos ahorrara tener que viajar con el resto de turistas en la gran nave de hierro.
El puerto no es lo que esperábamos en un principio cuando soñamos en conocer a alguna pareja viajera que navegara a bordo de un maravilloso velero con rumbo norte. A cambio, un montón de viejos barcos pesqueros invadían el puerto con oxidadas cubiertas repletas de cuerdas y extraños aparatos.
Solo cuatro veleros vimos amarrados, solo uno con rumbo norte y nuestra oferta, o mas bien propuesta, fue rechazada acusando a su velero de pequeño para viajar con nuestras inseparables bicicletas a bordo.
Finalmente, resignados, nos dirigimos la mañana del Sábado hacia el puerto donde zarpa el ferry con rumbo a Prince Ruper.
Es un día completo de Navegación entre los canales que atraviesan salvajes islas repletas de árboles. En las cumbres más altas la nieve aun aguanta los soleados días de primavera. Una nueva etapa comienza en este trayecto, me enfrento al norte, a los poco habitados territorios donde un día miles de personas llegaron el busca del preciado oro
Viajar significa trasladarse, moverse de un lugar a otro, pero eso lo dice un diccionario. Hay otro significado para los que alguna vez en su vida han sentido la esencia de viajar. Un tiempo de exploración para cada uno que te lleva a lo más profundo de tu ser. Un recorrido por lugares remotos para encontrar la esencia que nos hace ser. Nuestros receptores emocionales se sensibilizan y viajan a su propio ritmo. Los paisajes son la escusa para la meditación individual, las personas del camino parte del proceso. Solo cuando has viajado comprendes que viajar no es ni mucho menos moverse por el mapa, deberíamos encontrar un término más acorde, más concreto para comprender que esa palabra con un abanico tan grande de significados nos molesta a los adictos de la experiencia cuando es pronunciada en vano.
Este ferry tiene diversos tipos de viajeros. Se los distingue por la mirada, por la forma de dar los buenos días, porque los ves sobre todo en la parte alta de la embarcación. Donde el aire corre libre con aromas a bosque y mar, donde el sol calienta las caras de los que cerramos los ojos para multiplicar la sensibilidad de los cuatro sentidos restantes. El paisaje es bastante parecido a lo largo del recorrido pero aun así lo oteamos con ansias de percibir el más mínimo cambio a nuestro alrededor.
En cambio en otros rostros ves la espera en el proceso de llegar al punto B, matando el tiempo con películas o durmiendo el máximo de horas posible para hacer del trayecto algo más corto. De A a B es un punto de transición, sin más importancia que la rapidez en el desarrollo. Yo sueño con caminar por cada una de las islas que vamos dejando atrás.
–Aquí pondría una cabaña, parece un buen lugar- me digo observando un valle que surca con agua dulce las montañas arboladas.
Tengo la sensación de ser otra persona ahora, no mejor ni peor, simplemente más yo. He superado diferentes etapas durante el recorrido, y dentro de lo que podría llamarse “el gran viaje” he tenido diversos viajes a lo largo de estos dos años y tres meses recorriendo el continente americano. ¿Por qué? No lo sé, quizá la mejor respuesta sea decir simplemente, ¿por qué no?
Y es que una cosa es » viajar » y otra muy distinta » ir «. Al que » va » lo único que le interesa es llegar y se entretiene leyendo, dormitando o haciendo un sudoku. Claro que en un avión poco más se puede hacer.
Al que » viaja «, como vosotros, le interesa todo, disfruta con todo y se enriquece tanto fisicamente – fotografías, videos, escritos – como interiormente como tu bien dices. !! Qué envidia me dais !! Un abrazo.