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Sentirse pleno. Makalu y yo.

13 agosto, 2013

Vuelvo a encontrarme solo. No es un sentimiento de carga sino de libertad.

La soledad solo pesa cuando no estas acostumbrado a compartir con ella escuché un día, después, la echas de menos.

Casi sin darnos cuenta, Carlos y yo pedaleamos en direcciones diferentes un día de improvisto. Ni siquiera nos despedimos, y ahora tampoco siento que este lejos, llevamos un mismo camino que se recorre por senderos diferentes, al final, de un modo u otro, volveremos a cruzarnos.

Compartir estos días con un compañero me ha ayudado mucho, y sobre todo enseñado. Siempre dos cabezas piensan mejor que una, y eso que la mía es muy grande, y las conversaciones cuando el sol ha desaparecido o las carreteras se hacen largas son bien agradecidas.

A pesar de todo hay algo que me lleva a viajar solo, no sabría explicar con exactitud que es, pero me hace sentir bien.

Caminos que nunca se exactamente donde irán a salir.

Caminos que nunca se exactamente donde irán a salir.

Me dirigí hacia la costa atlántica con la esperanza de disfrutar la paz que siempre ofrece el mar. La verdad es que en un primer momento no fue así.

Los pueblos que recorren la costa a la altura de Puerto Alegre no es exactamente lo que me esperaba. Un alborotado conjunto de casas cerradas a cal y canto es lo que recorro en esta parte de Brasil, en donde dormir en la playa se hace imposible debido a los constantes avisos de los moradores que me advierten de su peligro. Al principio me cuesta creerlo, así que pregunto a más personas, dos, tres, cuatro, un policía…y todos me responden lo mismo, “no no en la playa no, es muy peligroso por la noche…” A si que tras recorrer algunos kilómetros por la carretera costera, regreso a la general, en busca de esas gasolineras tan confortables para dormir y que bajo la angustia de no encontrar un lugar tranquilo para pasar la noche días atrás, llegue a echar de menos como si de un hogar se tratase.

Camino hacia a Cidreira una magnífica sombra hacen más agradables las pedaladas.

Camino hacia Cidreira una magnífica sombra hacen más agradables las pedaladas.

Un descanso en el camino para practicar un poco de slackline.

Un descanso en el camino para practicar un poco de slackline.

Llego al Océano. Una inmensa playa por la que circulan hasta escarabajos, aqui los llaman Fusca.

Llego al Océano. Una inmensa playa por la que circulan hasta escarabajos, aqui los llaman Fusca.

La carretera se hace muy aburrida, estos días la ola de frío ha desaparecido para dar paso a una de calor, y con más de 30 grados pedalear por una carretera llena de camiones no es del todo agradable. Me pongo música y avanzo camino.

De vez en cuando me desvío de la carretera en busca de carreteras secundarias que hagan de mi paseo algo más confortable, y así sucedió en Torres.

En este pueblo me desvío para recorrer un camino de tierra que me quitará más de 30 kilómetros de carretera general hasta Sombrío. Un camino rural de tierra polvorosa que me lleva entre casas sin valla con perros que no ladran al pasar. Se respira paz, tranquilidad, y el fino polvo del camino se resguarda en todos los lugares imaginables e inimaginables de mi bicicleta y alforjas.

Pero la paz no dura mucho, una vez en Sombrío he de volver a la autopista, no me queda otra opción que volver al arcén de esta arteria brasileña por donde miles de camiones circulan entre el sur y el norte.

Pedaleo continuo, sin poder disfrutar mucho de lo que me rodea, esquivo los cristales y neumáticos de camión reventados que me voy encontrando en el camino, escucho música, a veces canto a grito pelado y mi voz se pierde entre los vendavales de los camiones al pasar, otras simplemente voy con la cabeza en otro lugar, y mis piernas se mueven solas…

Esquivo el cristal de una botella de cerveza, sin más, como un movimiento automático. De pronto freno la bicicleta y miro para atrás de nuevo. Algo se me ha hecho familiar y no está dentro del contexto del lugar. Es una botella de Estrella Galicia!! Solo la etiqueta pegada al cristal permanece en el asfalto. Boca arriba. De pronto me sumerjo en una serie de recuerdos magníficos que me llevan a mi  pueblo gallego, Ares. Esos momentos que uno vive como parte de una rutina de vida pero que tanto significan. Desde aquí todo lo veo de un modo diferente, cuando estas tan lejos de casa te das cuenta de la de cosas que echas de menos, pequeños detalles que cuando forman parte de un día a día apenas paras a saborear.

Asi, como lo veis, fué como me encontré ese pedacito de mi tierra en mitad de la carretera.

Asi, como lo veis, fué como me encontré ese pedacito de mi tierra en mitad de la carretera.

Es increíble haberme encontrado con esto aquí, no se si será una señal de algo, no pienso en ello, mi cabeza continua compartiendo una Estrella con mi familia, con mis amigos, en el Avenida, en la de Migui, en la playa de Centeas… me acuerdo de todos vosotros y el camino de pronto se me hace más ameno. Sonrío.

Mirando el mapa descubro que a la altura de Jaguaruna existe un camino que parece atractivo, bordea por la costa y se aleja de la autopista.

El ambiente cambia por completo, los paisajes también. Un camino de tierra que transcurre entre el océano Atlántico y lagunas. Inmensas dunas me separan del sonido de las olas que se escuchan retumbar en el aire. Casas de madera con pequeñas embarcaciones en la puerta que da al lago, y casas abiertas. Este es el primer síntoma de paz en un lugar, cuando las casas no están enrejadas. Hace mucho calor…quiero encontrarme con el mar, pero el acceso esta cortado por las montañas de arena. Pincho una rueda. Busco un lugar con sombra para cambiarla y continuo.

Un hombre pesca con red en Camacho

Un hombre pesca con red en Camacho

Mientras un hombre esta en el agua con la red, desde el puente, la voz de la experiencia le dirige para  dar con la presa.

Mientras un hombre esta en el agua con la red, desde el puente, la voz de la experiencia le dirige para dar con la presa.

Un cartel que pone Praia Teresa se desvía entre pequeñas casas a la derecha, allá voy! La playa no se ve, ahora las dunas han dado paso a pequeñas montañas que aquí llaman morros, repletos de vegetación hasta la punta. No se a que distancia esta el mar, pero sueño con tocar el agua, a pesar de ya estar el sol bastante bajo sigo estando acalorado…y de pronto aparece ante mi una pequeña playa protegida por los verdes morros selváticos y grandes rocas graníticas.

Makalu al atardecer en la playa de Teresa.

Makalu al atardecer en la playa de Teresa.

Se pueden ver algunas casas, pero no hay ningún comercio, bar o algo parecido. Esto es justo lo que yo quería encontrar desde hacia más de 500km atrás…una playa salvaje de arena blanca bañada por un mar azul, donde el sol cae por el lado de la arena y se levanta por el mar.

La llegada a la Playa de Teresa fue simplemente especial.

La llegada a la Playa de Teresa fue simplemente especial.

Vuelvo a llenarme de vida como lo hacia al respirar el aire de la Patagonia unos meses atrás, vuelvo a renovar esa sonrisa de felicidad en el rostro que elimina la gravedad de un mal momento. Estoy feliz, pleno.

La noche estrellada desde la playa de Teresa fue simplemente especial.

La noche estrellada desde la playa de Teresa fue simplemente especial.

El amanecer en la playa de Teresa fue simplemente.....si, especial también.

El amanecer en la playa de Teresa fue simplemente…..si, especial también.

Sigo por la costa hacia en norte por el estado de Santa Catarina que ofrece unos paisajes que me hacen sentir bien, muy bien.

Un pequeño problema con mi llanta trasera me hace parar en un pequeño taller  para cambiarla, y sigo camino con rueda nueva.

Como mortadela en barra con pan sentado bajo un árbol en la plaza de Garopaba. El día se a puesto frío y no tengo claro hasta donde voy a pedalear, pero aun tengo la energía positiva cargada a tope, y cuando uno se siente feliz allá donde está, ocurren cosas maravillas.

Dos horas más tarde ceno churrasco por toneladas y cerveza. He conocido a Sandro y Ernesto (Ché para los amigos) dos grandes personas aficionados a la bicicleta que me invitan a su casa para compartir historias, y sobre todo comida y bebida. No me hospedan en su casa, me dan las llaves de una casa de dos plantas para que me quede tranquilo y descanse mejor. Esa noche cayó el diluvio universal mientras yo me daba la vuelta sobre el colchón para acomodarme y seguir durmiendo…

Ernesto Ché es el maestro del churrasco

Ernesto Ché es el maestro del churrasco

Por supuesto que al día siguiente no me voy de Garopaba, Sandro y Ché me han invitado a recorrer en bicicleta las playas y morros de los alrededores. Cenamos Arroz Carretero, un plato típico del post churrasco y que Ché es experto en preparar, mientras Sandro se encarga de sacarme cervezas heladas de la nevera.

Ernesto y Sandro disfrutando de las vistas.

Ernesto y Sandro disfrutando de las vistas.

Un vecino del barrio encantado, en los alrededores de Garopaba, sala a la puerta para saludarnos.

Un vecino del barrio encantado, en los alrededores de Garopaba, sala a la puerta para saludarnos.

Al día siguiente quieren llevarme a ver una Cascada, la Cascata Encantada. Se encuentra de camino al norte, así que cargo mi bicicleta y partimos juntos.

7 comentarios
  1. andrepaiva permalink

    Un saludo Juan, te acompaño desde aquí, ya que és la única forma de hacerlo por estés días! Gran abrazo y que la viage siga su camino!

    • Un abrazo Andre! Aqui estoy refugiandome de la lluvia y el viento en Barra da Lagoa, voy a ver si aprovecho para hacer unas fotos con este magnifico cielo gris! Paciencia y amor. Nos vemos en unos dias

  2. sylvain permalink

    Ver te con tu posicion y las estrellas detras me ha hecho reir!!!!! Suerte hermano!!!!

  3. Ana Galán permalink

    Pedalea,pedalea, no tengo prisa pero estoy deseando beberme una estrella galicia contigo!

    • Y yo tambien!! Como siga hablando tanto de estrellas voy a tener que pedirles patrocinio!! Un beso Anita!!

  4. Ana Galán permalink

    Oye pues no te venía mal….. inténtalo!

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