Volver a partir
Frente a un espejo me observo. Voy quitándome la ropa por partes. Tengo una barba frondosa que cubre todo mi rostro enrojecido y que apenas reconozco. Mi cuerpo blanco contrasta con el negro de mis manos agrietadas. Siento el frío de las baldosas con mis pies. Estoy un poco más delgado. Abro la llave del agua y un potente chorro se precipita sobre la bañera. Primero una mano para comprobar la temperatura, luego un pie, poco a poco meto el cuerpo, y finalmente como en un momento de éxtasis dejo caer mi cabeza hacia atrás sintiendo cada gota de agua caliente corriendo por mi espalda. Hace cuanto tiempo no sentía esta sensación…
Me encuentro en casa de Inés, un hada madrina que me crucé en la Patagonia y que hoy me abre las puertas de su casa en Buenos Aires.
Son días de paz, de duchas, de tranquilidad espiritual dentro del alboroto de una ciudad. No tengo que pensar donde dormir esta noche, si hará frío, de donde viene el viento, si lloverá, si me queda gas para calentar agua, cuantos kilómetros me quedan por pedalear… Salgo a pasear y observo a la gente caminar, yo camino a otro ritmo, despacio.
Comienzo una nueva parte del viaje. Dejo atrás la fría y ventosa pampa del sur para acercarme hacia las paradisiacas playas brasileñas de la costa atlántica.
No tengo una ruta a seguir, pero en esta parte de la aventura no viajaré solo, me acompaña Carlos, un alegre viajero chileno que como yo salió de Santiago de Chile en bicicleta rumbo al sur. Nos conocimos en Puerto Tranquilo en un breve encuentro fortuito en el camping Bellavista, más tarde nos cruzamos en el magnífico Hostal independencia de Punta Arenas, y finalmente tuvimos tiempo para conversar tranquilamente en Puerto Williams. Dejó atrás la seguridad de su entorno para viajar, sin fecha, sin rumbo.
Salimos de Buenos Aires hacia Tigre, 30 kilómetros al norte de la ciudad. Aquí el río de la Plata forma un extenso delta que une entre canales de agua dulce ambos países. Argentina y Uruguay.
Los barcos circulan por las calles de agua dulce en todas direcciones, como una Venecia sudamericana luce esta parte del país argentino que me sorprende positivamente. Nunca había oído hablar de este rincón.
Tras pedalear por las calles de Tigre, Carlos y yo nos dimos cuenta que dormir en este pueblo no iba a ser barato…Los camping están cerrados por ser fuera de temporada y los lugares a los que preguntamos nos dicen precios disparatados para nuestro presupuesto. Nos vamos a la estación de tren, allí podremos dormir tranquilos.
Pero viajando uno nunca sabe donde va a acabar el día, y de pronto sin darnos cuenta aparece Alma para ofrecernos un lugar para pasar la noche. Ella vive en “la isla”, a todas las islitas que se forman entre los brazos del delta les llaman genéricamente la isla, y es demasiado tarde para poder conseguir un barco y cruzar a su casa. Además mañana nuestro barco para cruzar a Uruguay sale a las 7:30 de la mañana. Finalmente entre llamadas de teléfono para conseguirnos algún otro lado, conocemos a Carmen, una chica de León que lleva un año viviendo allí. Nos presta el patio de la casa donde vive para poner nuestra tienda de campaña y finalmente descansar.
Después de más de tres horas navegando entre canales llegamos a Nueva Palmira, nuestro punto de entrada a Uruguay.
Se respira paz, buena energía. La gente de la aduana nos recibe con una inmensa sonrisa, no protocolaria, una sonrisa de verdad, de las que se te contagian.
La gente nos saluda, nos preguntan de donde venimos, otros sonríen al pasar por su lado, y es que ya nos lo habían avisado, los uruguayos son gente excelente.
Desde aquí pedalearemos hacia Colonia y después hacia Montevideo. Entre canciones de todo tipo que suenan en la bicicleta de Carlos seguimos la costa del río de la plata con más frío del que habíamos imaginado. -Pero que es esto que suena Carlos!? – Rafael, ¿no lo conocías? esta canción me encanta! – No si ya se que es Rafael!! digo riendo

Carlos calienta agua mientras yo me resguardo del frío en la tienda de campaña. Siempre está al pie del cañon.

Los días son muy cortos a estas alturas del año, y enseguida nos alcanza el atardecer en la carretera antes de cansarnos.
No se nos borra la sonrisa, el sol del atardecer es algo mágico en esta parte del planeta, y a pesar de que el agua es marrón como la tierra, las playas de éste río nos hacen sentir en el mejor de los paraísos.
no sé cómo haces para no quedarte por un tiempo en cada precioso lugar al que llegas . . me apunto tigre en mi lista de sitios que visitar . . ciudades con canales, qué delicia !
¡Qué ilusión! Por fin mencionas algún lugar en el que he estado!. Tigre y Colonia del Sacramento, qué buenos recuerdos. Pero tu relato es tan vivo
que haces sentir al lector como si estuviera contigo en cada lugar, aunque no lo conozca personalmente
Espero que esta nueva etapa de tu viaje, rumbo al norte, te depare tantas cosas buenas como las que encontraste hasta llegar aquí. Seguiremos tus andanzas con interés. ¡Buena ruta!
En este post hablo un poco de Tigre y Colonia
http://www.cigarrales-cigarra.blogspot.com.es/2012/05/mas-cosas-de-buenos-aires.html
(pero lo mío era simple turismo, mientras que lo tuyo es VIAJAR de verdad)
Que bueno ver otras impresiones del lugar!! cada uno viaja a su manera y lo siente como le llega. Saludos!! y felicitaciones!!