A la velocidad del viento
Salgo de la turística mini ciudad de Calafate temprano, en la habitación donde dormía la gente se ha despertado pronto y me han arrastrado fuera de la cama con las primeras luces de la mañana.
Me dirijo a Chile, al parque nacional Torres del Paine. Más de 200 km de asfalto y ripio separan al Calafate de la próxima frontera chilena, entraré por el paso fronterizo de Rio Don Guillermo para llegar al pueblo de Cerro Castillo, y de ahí unos 100 km más para entrar a la inmensa mole montañosa que domina esta parte de la pampa patagónica, el parque nacional Torres del Paine.
Regreso a la soledad de los infinitos horizontes de la pampa. Echaba de menos el silencio de la bicicleta rodando por la carretera sin nadie con quien conversar. Vuelvo a soñar despierto pedaleando mientras pasan los kilómetros de idéntico paisaje por mi lado. De pronto el horizonte se interrumpe frente a mi con unas pequeñas lomas que cada vez se van haciendo más grandes. La carretera serpentea hacia lo alto, es la Cuesta de Miguez, 10 km de continua subida que me llevarán hasta la pampa alta. Desde arriba, todo vuelve a ser pampa, bastante más fría, pero pampa.

Bruce Horak es de Sudáfrica y viaja hacia el norte con su bicicleta desde Ushuaia. En una breve conversación me recomienda muchos lugares salvajes de tierra de fuego para recorrer.
El viento sopla por mi espalda y acompaña mi camino con fuertes rachas que me hacen alcanzar velocidades increíbles. Me pongo de pie en la bicicleta para aprovechar más el viento que me empuja por la carretera. Voy volando, a la velocidad del viento.“Clank”! algo a sonado muy fuerte mientras disfrutaba de una larga bajada, y me hace parar para revisar la bicicleta. Se me ha roto otro radio, y ya van 4 con este. Cambiarlo es todo un proceso, necesito quitar las alforjas, desmontar la rueda, quitarle la cubierta y la cámara, ponerle una cosita, poner la rueda, dar una pedalada para aflojar los piñones, sacar la rueda, quitar los piñones, cambiar el radio, poner los piñones, poner la cosita, poner la rueda, pedalada, quitar rueda, quitar cosita, poner cámara y cubierta, poner la rueda, hinchar rueda, y por ultimo y lo más lento centrar la rueda de nuevo. Todo esto mientras el viento se empeña en llevarte las cosas muy lejos de donde estas, te llenas las manos de grasa de la cadena y las arandelitas enanas de la cosita se te caen mil veces y no las encuentras…asiq que decido continuar.
Mi rueda ahora va bailando de lado a lado pero no me importa, intento pensar en otra cosa para no estar preocupado, llevo ya 65km y si mi mapa no se equivoca en 27km más debería encontrarme con una caseta de mantenimiento de carreteras. Correcto!
Un hombre mayor cambia una pesada batería cuando llego. “Hola como estamos” le digo…Conecta un borne, luego el otro, se asegura de que esta bien conectado el primero, luego el segundo, se apoya con las dos manos para levantarse mientras una ráfaga de viento nos envuelve en una nube de polvo, se da la vuelta y me dice “ché, que pasa”
Su nombre es “Lazo”, el lo pronuncia con acento italiano ya que es el apellido que heredó de su bisabuelo, que era de Sicilia, y de lo cual está completamente orgulloso. No sabe hablar italiano, por supuesto, pero le encanta poner acento cómo si lo hablara cuando me cuenta su historia.
Me deja ponerme en el porche de la casa al refugio del viento para arreglar la bicicleta antes de seguir, a partir de aquí tengo un tramo de 65km que son de un ripio lleno de baches y calamina y necesito mi radio en condiciones. “Ché cuando acabes pasa a tomarte unos mates” me dice mientras se mete en la casa y cierra la puerta. La vuelve a abrir al segundo. “La cierro para que no se me metan los gatos, pero tu pasas cuando quieras” y se mete al calor de las estufas de gas.
Amanece un día frío, pero el viento vuelve a soplar en mi misma dirección. Con el estómago bien lleno y el cuerpo calentito, me despido de mi anfitrión que me pide un único favor, que le mande una postal desde España.
Los kilómetros pasan más rápido de lo que tenía pensado y en este mismo día consigo atravesar la frontera y llegar a Cerro Castillo. Compro las pocas provisiones que encuentro en el pueblo y me encamino en una soleada mañana de Jueves hacia las Torres del Paine.

Antonio es del norte de Argentina, hace 4 años trabaja y vive en esta gasolinera de la pampa Argentina junto con su familia. Todos los viajeros paran aqui para beber, descansar o poner su pegatina como constancia de su paso.

Última curva antes de llegar al puesto aduanero de Argentina en el paso fronterizo de río Don Guillermo
Tras unos pocos kilómetros de asfalto vuelvo a los caminos de ripio que comienzan a adentrarse entre pequeñas montañas hacia las nevadas cumbres del macizo del Paine. Huanacos, Ñandús y montones de aves acompañan este paisaje amarillo que poco a poco se torna de colores más variados gracias a los lagos que bañan los valles.
La luna llena me acompañará estos días entre las montañas, ayudándome a salir al encuentro de la magia de los rayos del amanecer. Puedo caminar por la noche sin apenas utilizar el frontal más que en las zonas boscosas donde la luz de la luna no llega. Disfruto de los 5 segundos de luz mágica que el sol me regalo sobre la torres en un amanecer lluvioso, y pongo mi cara contra el viento de la noche mientras veo la luna pintada en los cuernos.

Por fin monto el campamento. Siempre creo que me ha tocado poner la tienda en el mejor lugar que podría haber escogido en el mundo.

Creía que el atardecer había sido el momentazo del día…hasta que apareció tras el horizonte la luna llena.

Creía que no se podía mejorar la vista de la tarde y noche anterior…hasta que amaneció en las Torres del Paine frente a la laguna Amarga…

Cuando pensaba que después de 3 horas caminando en la oscuridad no iba a ver el amanecer…apareció la luz mágica sobre las Torres.

Los ratones han atravesado mis alforjas para comerse mi desayuno! nada que no pueda arreglarse con unos parches de rueda de bicicleta
Llego a Puerto Natales con un sol expléndido, sin saber que iba a ser el último día de calor que me iba a tocar me siento a descansar y a respirar. Huele a mar.
qué bien llegar a currar y encontrar un nuevo capítulo de tu viaje ! . . el otro día me encontré unas frases que me recordaron a ti: «cuando permitimos que nuestra propia luz brille, inconscientemente damos a otros permiso para que brillen también. en la medida en que nos liberamos de nuestros propios miedos, nuestra presencia automáticamente libera a los demás» . . así que, por mi parte, muchas gracias a ti !!
🙂
¡Qúe fotos! Casi me haces sentir el olor del aire y la brisa en la cara.
Acabas de suscribir a mi blog de viaje (espero que entiendes algo al francés)! Donde estas ahora? Si sigues en Puerto Natales, contactame : maud.bailly@no-log.org ! Saludos viajerociclistas de la CicloCigarra!
Uno más que se apunta a seguir ésta increíble aventura que espero algún día ser partícipe de esas carreteras.
Por cierto, unas fotos impresionantes y un relato impecable.
Un abrazo muy grande y mucha suerte.
Bienvenido seas a este viaje Sergio! muchas gracias!
Juan!! Flipo con tus historias y tus fotos! Sigue disfrutando de tu aventura particular y captándo y transmitiendo tan bien esas sensaciones y emociones que estás viviendo. Un besote desde Australia!!
Muchas gracias Bea! hasta cuando estarás por esa pequeña isla? te mando un abrazo bien fuerte!
juansito es un gusto leerte y ver tus fotos